Planificar y diseñar políticas culturales públicas en consonancia con la complejidad de la ciudad contemporánea implica indagar en acciones que promuevan un acceso a la vida urbana dando lugar a los diferentes procesos de subjetivación social; estando permeables a pequeños relatos, pequeñas escenas que condensan su propia unidad narrativa y que pueden vincularse con otras según sensibilidades diferentes, atendiendo a los múltiples espacios de la heterogeneidad social.
En el marco de esta diversidad, la intersección entre el arte y la ciudad pone en acción nuevas dinámicas en la actualización del espacio social; ese espacio de apropiación colectiva, donde se expresan significaciones y valores y donde la arquitectura y el arte aportan fundamentalmente al acto de transformación simbólica y no solo física del espacio. Como nos propone Richard Rogers (2008) en Ciudades para un pequeño planeta:
Ambos, la ciudad y el arte, son construcciones complejas e inestables, con momentos de estabilidad provisoria sujetos a la contingencia y al cambio. Indagar en esta relación posibilita acercarnos a esta complejidad y desarrollar dispositivos que amplíen nuestros horizontes perceptivos. Cuando el espacio público se constituye en laboratorio artístico se vuelve protagonista en tanto materia prima del arte y los lugares urbanos se redefinen como acontecimientos: abiertos a la contingencia, incompletos, impredecibles, inesperados.
En esta instancia, el arte genera un lugar propio y provoca interferencias con lo conocido, se producen campos de fuerza poniendo en juego la naturaleza del contexto y la especificad de la intervención artística y, en esta tensión, se suscitan nuevas sensaciones produciéndose un fenómeno de amplificación de las características y de la atmósfera del lugar.
Estas acciones estéticas sobre el espacio público nos acercan a una ciudad más lúdica y espontánea, propiciando nuevas claves para su lectura. Así, el acontecimiento artístico no solo se constituye en una visualización simbólica de una acción sino fundamentalmente en la oportunidad de reflexionar sobre una reconstrucción conceptual y perceptiva de nuestras ciudades. Tal como señala Daniela Colafranceschi (2007):
Estas prácticas se presentan como generadoras de sensaciones, simbolizaciones y significaciones que operan en distintas dimensiones del espacio público creando nuevos vínculos culturales y sociales, activando mecanismos de subjetivación en los ciudadanos y contextos en el que habitan.
La lectura contemporánea de la ciudad ya no se concibe bajo la idea de visiones totalizadoras o globalizantes sino que, como propone García Vázquez (2004) en Ciudad hojaldre. Visiones urbanas del siglo XXI, se reconoce una multiplicidad de miradas que conforman pequeños relatos que dan cuenta de sensibilidades distintas.
Un interesante acercamiento a las diversas miradas que conviven en la ciudad lo expresa la sucesión de capas que plantea García Vázquez. Dentro de los múltiples relatos desde los que podemos acercarnos a las miradas que conviven de la ciudad se pueden diferenciar: la visión culturalista, otra orientada desde la sociológica (la ciudad dual, la ciudad del espectáculo, la ciudad sostenible) y otra desde la tecnología (ciberciudades, ciudades virtuales que presentan nuevas espacialidades y relaciones entre los individuos).
Las sensaciones, las percepciones, los deseos, las subjetividades van delineando otro tipo de visión, una visión organicista que nos acerca a la ciudad de los cuerpos, una ciudad vívida, una ciudad de los sentidos que manifiesta otras formas de subjetivación en la comprensión del fenómeno de la ciudad.
La ciudad entonces, lejos de presentarse bajo una noción única, despliega múltiples y diversas lecturas con un sinfín de realidades posibles como fragmentos, porciones de territorio que el sujeto habita, se apropia y usa. Estas diversas interpretaciones transitan como realidades superpuestas tangibles e intangibles en un mismo territorio, como infinitas capas que se despliegan yuxtaponiendo unas sobre otras configurando la ciudad.
Como propone Solá Morales (2002):
Las relaciones entre la mente, el cuerpo y la ciudad desprenden también una aproximación desde el imaginario a la comprensión de lo urbano. Las ciudades no solo se presentan compuestas por calles, plazas, parques como elementos familiarizados con el inconsciente, sino también se componen de imágenes mentales que se construyen cotidianamente.
En consecuencia, podemos decir que lo percibido, lo imaginado y lo vivido configuran un espacio que manifiesta la subjetividad y, por lo tanto, su complejidad y su diversidad. Un espacio que deviene territorio de diversidad de expresiones y sensaciones, pensamientos e imaginarios, posibilitando nuevas herramientas desde las cuales pensar y actuar en la ciudad.
Así como las dinámicas contemporáneas se ven reflejadas en las complejidades de las ciudades, también lo hacen en sus espacios públicos en tanto parte constitutiva de las mismas.
En principio podemos decir que el espacio público es aquel espacio de propiedad pública, de dominio y uso público. Es el principal escenario de las expresiones humanas en el que se hacen visibles los procesos de sociabilización, las diferentes dimensiones de apropiación colectiva, los valores, significaciones compartidas y las formas de producción de sus configuraciones espaciales específicas. Comprende el sistema de calles, plazas, parques y paseos que conforman los ámbitos de libre uso ciudadano, los cuales se complementan con los edificios públicos, instituciones, conformando así el conjunto del sistema público que una ciudad posee para el desarrollo y producción de la vida social.
Todos los procesos que se desarrollan en los espacios públicos físicos de la ciudad simbolizan y dan sentido a la vida pública de la vida urbana, constituyendo a la misma tanto en su dimensión físico-espacial como en sus dimensiones sociocultural y política.
El espacio público es una intervención en un espacio físico que se entiende a través del comportamiento y de las relaciones sociales a lo largo de la historia. Es también el lugar desde donde se reconoce la situación actual de la sociedad; es “ámbito físico de la expresión colectiva y de la diversidad social y cultural.” (Borja; Muxí, 2000).
El sistema monolítico de continuidad y homogeneidad entre formas, usos y significados del espacio público declina ante las heterogeneidades y discontinuidades propias de las transformaciones contemporáneas de la ciudad.
La noción de lugar aparece indisolublemente ligada a la noción de tiempo. Los lugares de las culturas históricas han sido, casi siempre, desafíos al tiempo, monumentos que acumulan la memoria combatiendo el olvido, evocaciones permanentes de personas, gestos, instituciones fundacionales.
Pero hay también una cultura del acontecimiento. Una cultura que en el momento de la fluidez y de la descomposición que lleva al caos es capaz de generar momentos energéticos que inscriben ese caos, que tome algunos elementos para construir, desde el presente hacia el futuro, un nuevo pliegue en la realidad múltiple.
En este sentido, las prácticas artísticas contemporáneas se vuelcan al espacio público a través de propuestas temporales, como un encuentro de energías que abren campo a las subjetivaciones espaciales que encuentran en la noción de acontecimiento su mejor forma de expresión, permitiendo descubrir nuevos lugares desde donde pensar la producción del espacio actual.
Las artes han expandido sus métodos expresivos, han agregado nuevas herramientas para su producción y han incorporado al espectador, aunque en diferentes grados, a la producción de sus obras. La relación de estas prácticas con el tiempo ha modificado sustancialmente sus intenciones, abandonando pretensiones duraderas, inmóviles y permanentes para introducirse en tiempos fugaces, dinámicos, múltiples, propios de la contemporaneidad.
La proliferación y diversidad de prácticas artísticas en relación con los nuevos espacios conquistados pueden verse circulando en múltiples vías. Aparecen lugares de los más diversos que proponen vínculos con su entorno de los más variados. De este modo, proliferan los espacios alternativos que se autogestionan, en mayor o menor medida, o bien son impulsados por los propios artistas.
Estos nuevos escenarios para el arte se vinculan con las ciudades y sus espacios estableciendo relaciones con el entorno de manera más dialógica y permeable, se infiltran en el espacio público bebiendo de su dinámica. El espacio en sí deja de ser el elemento de lectura o integrador de acciones y materias para convertirse en un elemento protagónico que actúa por su propio peso, su propia dimensión, su propia estructura y su propia proyección.
Las relaciones entre el arte y el espacio público se suceden de manera compleja y en múltiples dimensiones: pueden observarse obras que manifiestan una simple descontextualización en relación con los ámbitos tradicionales destinados para ella; como trasplante de objetos artísticos a espacios no concebidos para su exhibición; como también pueden presentarse aquellas concebidas para un contexto determinado destinadas a la transformación de ese entorno.
Las prácticas artísticas invaden los espacios cotidianos y se ponen en contacto con el medio mediante una interferencia, un desajuste inesperado que se produce en el transcurrir habitual de ese sitio, alterando sus ritmos y frecuencias.
Como propone Rodrigo Alonso (2003), podemos plantear una diferenciación en estos modos de relación entre arte y espacio público:
El arte en los espacios públicos: típicamente, una escultura moderna abstracta colocada en un espacio exterior, con el objeto de decorar o enriquecer un área urbana, generalmente plazas o edificios públicos o espacios corporativos.
El arte como espacio público: obras menos orientadas hacia el objeto y con una mayor coincidencia del lugar donde serán emplazadas, que generalmente tiene en cuenta el contexto urbano, la arquitectura o el diseño de los alrededores
El nuevo género de arte público: programas temporarios en los que los artistas trabajan con la gente del lugar, principalmente con sectores marginales, focalizándose en cuestiones sociales o de identidad local.
En este sentido, la implicancia social de las experiencias de arte público son ineludibles, la autorreferencialidad y el protagonismo del artista concebido desde un lugar más convencional dio paso a una metodología renovada; un proyecto participativo, multidisciplinario, gestionado a través de vías cooperativas superando las dinámicas más convencionales y reclamando una nueva sensibilidad disciplinar de los diferentes actores involucrados en la producción del espacio urbano.
Teniendo en cuenta esta diversidad de variables y dimensiones, el Gobierno de la Ciudad de Santa Fe puso en marcha políticas culturales situadas muchas veces en la intersección de estas múltiples formas de interacción entre arte, cultura y espacio público, entendiendo a la gestión cultural como construcción de ciudadanía.
Se da prioridad a la consolidación de políticas culturales participativas al servicio de la construcción de una ciudadanía activa que aporte al desarrollo sostenible, a la convivencia ciudadana y al mejoramiento de la calidad de vida. Todo esto desde una concepción de lo público basada en compromisos entre el Estado y los distintos actores de la sociedad.
Además, propone favorecer la generación de alianzas estratégicas culturales entre sector público, privado y organizaciones de la sociedad civil abocadas al desarrollo cultural, profundizando el trabajo realizado en el territorio en tanto escenario de las relaciones sociales.
Reconociendo a la ciudad como una “red de barrios creativos” se co-gestionaron instancias de encuentro y diálogo entre las instituciones y los ciudadanos con el objeto de definir líneas de trabajo y acciones conjuntas aportando así al fortalecimiento de los lazos sociales, la convivencia y la integración sociocultural.
Así, se definieron programas y proyectos que proponían el redescubrimiento de la propia visión del espacio público y de sus diferentes elementos constitutivos a través de dispositivos sensibles generados en el encuentro entre arte, cultura y espacio urbano, habilitando múltiples formas de actualización de esta relación y explorando diferentes estrategias de subjetivación del espacio público.
En este sentido, tanto las intervenciones urbanas como las interferencias —entendida como una invasión a los espacios, a su frecuencia y sintonía habitual— se construyen desde la comunicación que se crea a partir de abrir puertas a lo inesperado, donde lo cotidiano se transforma en una “realidad otra”, estableciendo nuevas relaciones y momentos de contacto con el público en los que muchas veces el ciudadano se convierte en miembro activo de la creación.
Arte Ciudad fue un proyecto llevado a cabo desde los saberes y prácticas culturales desarrollados en el marco de la gestión cultural de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Santa Fe. Propuso el redescubrimiento de la propia visión del espacio público y de sus diferentes elementos constitutivos a través de dispositivos sensibles generados en el encuentro entre Arte Público y Espacio Urbano, pensado como una provocación de múltiples formas de actualización de esta relación.
La ciudad se constituyó entonces en territorio de diálogo entre las manifestaciones artísticas, los acontecimientos culturales, los espacios públicos y de valor patrimonial, las expresiones comunitarias; se promovía el acceso público a la cultura, la investigación, la creatividad y, fundamentalmente, a la integración social.
Arte Ciudad invitaba a vivir la ciudad durante 15 días desde y con el arte: las calles, las plazas, los edificios, los parques, las casas, los monumentos, los museos, los teatros fueron lugares para la expresión y la co-creación.
Diversas formas de arte público van al encuentro del ciudadano, generando así la oportunidad de construir nuevas miradas y nuevas formas de experimentar lo cotidiano. Arte ambiental, paisajismo, arte social, performances, intervenciones urbanas, muestras, teatro callejero, laboratorios escénicos, ferias de diseño, tejidos colectivos en plazas y paseos, quemas de cerámica al aire libre, festival internacional de títeres y otras propuestas fueron la invitación a construir “la ciudad vivida, la ciudad de los sentidos” (Vázquez García, 2004).
Algunas cuestiones centrales de esta experiencia y su intención transformadora pueden enmarcarse en la concepción “líquida” del mundo actual tal como señala Zygmunt Bauman:
Las misiones del Programa fueron la promoción y democratización de la práctica artística con hincapié en las artes visuales, en los distintos distritos de la ciudad de Santa Fe. Entre las producciones se incluyen la realización individual y colectiva de murales pictóricos y cerámicos, la realización de instalaciones e intervenciones efímeras y permanentes en espacio público, performances y muestras de videoarte.
Para ello, se exploraron las posibilidades de potenciación del paisaje urbano mediante intervenciones de carácter artístico que promuevan la creatividad, la participación ciudadana, la cooperación y el disfrute del espacio público. Asimismo, fomentaba la visibilidad de los elementos de valor histórico y cultural de los entornos a intervenir. A partir del fortalecimiento de la cooperación, como uno de los ejes de la política cultural local, el programa se posicionó como un proceso colectivo de mejora urbana. En este sentido, abría espacios para el diálogo y el trabajo conjunto con colectivos dedicados a la creación, la arquitectura, el paisajismo, las artes urbanas, representantes o asociaciones vecinales y diversas instituciones públicas y privadas.
El programa diseñó estrategias para localizar a los artistas y colectivos que desarrollen los distintos proyectos: murales, grafitis, tatuajes urbanos, decoración y cerramiento de muros, muros verdes, intervenciones en plazas y parques, entre otros. Paralelamente, se coordinaron y organizaron talleres de participación ciudadana, recuperación de memorias y relatos significativos de los espacios y emplazamientos elegidos. De este modo, el espacio público se convierte en un ámbito de apropiación ciudadana.
De viajes y descubrimientos en la ciudad en que vivimos se trató la apuesta del Programa. Trasladar la atención a los espacios públicos y prácticas culturales de Santa Fe, para conocer más sobre nosotros mismos y desarrollar una especial valoración por lo propio.
AULA CIUDAD es un proyecto de pedagogía urbana que propone incentivar la valoración del patrimonio y un acceso fluido a las manifestaciones artísticas y a los espacios públicos que conforman identidades colectivas. Pretende favorecer la apropiación de la ciudad por parte de los niños, niñas y adolescentes, generar caminos para ampliar la comprensión, desarrollar un afecto particular por la ciudad, reconocer y construir identidades locales y motivar nuevas conciencias urbanas que promuevan el ejercicio de los derechos ciudadanos. En este sentido, procura el fortalecimiento de los vínculos de las escuelas con la ciudad, profundizando en diferentes temas referidos a la construcción de ciudadanía, identidades, diversidad y territorialidad, entre otras problemáticas.
El proyecto incluye la publicación de fascículos para docentes de distribución gratuita en todas las escuelas, acciones de asesoramiento en las diversas temáticas y una propuesta de itinerarios guiados que parten de concebir a la ciudad como espacio de múltiples aprendizajes. Los fascículos son temáticos y refieren a la cultura en tanto proyecto social común, con valores, ideas y prácticas que lo sustentan.
“Arte y Comunidad” es un programa de integración social orientado a jóvenes, niños y adultos que articula la educación en artes, la producción artística y la organización social como medios para el desarrollo social e individual.
Se propone generar condiciones que posibiliten la integridad en el desarrollo de la persona estimulando la imaginación, la sensibilidad y el sentido estético mediante diversos modos de expresión artística, propiciando experiencias lúdicas y creativas para la transformación social hacia la equidad.
El programa se enmarca en las políticas culturales del Gobierno de la Ciudad de Santa Fe entendiendo que la cultura constituye un verdadero elemento activador de intercambios entre las diversas formas de conocimiento y expresión desde los que se crean condiciones para el trabajo en cooperación y el desarrollo de lazos sociales.
El ciclo se desarrolla como parte de la programación “Verano en la Ciudad” que durante los meses de enero y febrero propone a los vecinos una agenda nutrida de actividades culturales, recreativas y deportivas, en su mayoría en espacios al aire libre, dando continuidad a actividades clásicas de la temporada y a nuevas propuestas que se generan cada año. “Rodando Cultura” formó parte de las actividades destinadas a los jóvenes, convocando expresiones de la literatura, la poesía, el sector de las editoriales independientes y música en vivo con grupos locales. El ciclo se desarrolló en plazas, parques y paseos y en la pista de skate Candioti Park.
Proyectado como un nuevo ícono de Santa Fe y motor de desarrollo urbano, el Jardín Botánico “Ing. Lorenzo Parodi” ubicado en el Norte de la Ciudad es el lugar elegido para el Circuito de Festivales que celebra la llegada de cada nueva estación. Autóctono, exótico, sensible, festivo, onírico, mágico, placentero, cálido y celebratorio, el Jardín Botánico nos cobija, contiene, sensibiliza, enseña, sorprende y permite disfrutar del contacto directo con la naturaleza y el arte a cielo abierto.
La invitación a todos los vecinos es a compartir una jornada en familia, que renueva su propuesta en cada nueva edición a través de las artes, muralismo, música en vivo, diseño, baile, títeres, circo, kermesse, feria de comidas y patio cervecero.
Con ese fin, el predio se dispone para ser recorrido desde las primeras horas de la tarde hasta que cae el sol, con diversas actividades que ocurren en paralelo. Cientos de artistas locales e internacionales fueron convocados en cada nuevo Festival, en el que participan entre 6 y 10 mil personas.
● Promover la cooperación entre diferentes actores culturales creando un compromiso común de difusión artística de diversidad de lenguajes y culturas, fomentando el multiculturalismo.
● Indagar en la relación entre las artes, lo urbano y lo social, propiciando el espacio público como el lugar para el desarrollo de la imaginación, la creatividad y la convivencia.
● Puesta en valor del patrimonio artístico y cultural propio de la ciudad a través de las diferentes propuestas, propiciando un redescubrimiento y resignificación de los lugares.
● Acercar los lenguajes contemporáneos de las diferentes expresiones artísticas a la comunidad, con propuestas innovadoras y creativas.
● Promover la participación de organismos e instituciones públicas y privadas en la concreción de prácticas artísticas inclusivas que den cuenta de intereses, imaginarios y representaciones propias.
● Divulgar el trabajo de creadores santafesinos y de la región a través de la producción en el espacio público.
● Promover la integración territorial y la movilidad social a partir del arte, la educación y la cultura.
● Organizar convocatorias para el desarrollo de proyectos de intervenciones artísticas efímeras y permanentes en el espacio público.
● Gestionar talleres y seminarios de educación artística, destinados a niños, jóvenes y adultos, con y sin conocimientos previos.
El enfoque territorial implica reconocer y poner en diálogo la diversidad cultural de los territorios desde una estrategia relacional que visibiliza los fenómenos emergentes de cada barrio; como así también deben ser pensadas las relaciones con otros sistemas territoriales que nos vinculan con las diferentes ciudades y regiones del país, con otras ciudades de Latinoamérica y del mundo.
Desde ahí, se coordinaron acciones que promueven la recuperación de la memoria e identidades barriales con participación de la comunidad en pos de un empoderamiento construido desde la producción de sentido y la pertenencia.
Respecto del espacio público y la planificación urbana se contemplan los factores culturales como dimensión estratégica donde se manifiestan las prácticas y costumbres de la ciudadanía, el patrimonio, la arquitectura, el diseño, el arte público, el paisaje, la relación con el medio natural y la ordenación del espacio. La cultura como portadora de historia, sentido y significado para las poblaciones que habitan el territorio es un instrumento de gestión clave para la planificación urbana. En este sentido se trabajó en articulación con las áreas de Planeamiento y Hábitat a través de programas transversales como los PUI (Programas Urbanos Integrales). Las infraestructuras culturales fueron planificadas como piezas de un ecosistema cultural amplio y como subsistemas claves para contribuir a la regeneración urbana, el equilibrio entre las nuevas centralidades , así como entre los equipamientos de mayor y menor formato, en la planificación de los recursos y las oportunidades culturales.
Para finalizar, cabe destacar que estas acciones son factibles de realizarse y sostenerse en el tiempo porque se planifican desde una mirada integradora de gestión articulando las diferentes áreas de gobierno. En este sentido, los objetivos de las políticas culturales se anclaron en las bases del Plan de Desarrollo Santa Fe Ciudad (2008) “Queremos una ciudad que encuentre en la cultura y la educación las bases para el desarrollo integral de la ciudad, la inclusión social y la construcción de ciudadanía.”.
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Fotografías
Pablo Kauffer; Juan Martín Alfieri
Especialista en Didáctica del Proyecto.
Arquitecta
Espacio público • Cultura • Arte-sociedad
XII Jornadas de Sociología UBA. Buenos Aires, 2017